La Oración del Justo puede Mucho

Santiago 5: 15-16

La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará. Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.

 

Un devocional entre un Ministro y su Pastor (Patricia Zeno y Carlos Rodríguez)

 

Patricia: Durante toda esta semana Dios me ha estado hablando de este asunto. La necesidad de comprender mi debilidad y reconocer su misericordia y amor para conmigo.

Carlos: Yo llevo toda la semana pensando en lo triste que es cuando un líder no toma un momento para reconocer sus debilidades. No quiero convertirme en ese líder superficial que no mira su lado humano.

Ambos :

En un momento dado uno se puede sentir afligido por dentro y guardar el máximo nivel de silencio ante los demás. Pero sin confesar ni una palabra el Espíritu Santo que mora en sus hijos tiene la capacidad de interceder con gemidos por usted. Hemos sido testigos de como Dios contesta e intercede peticiones sin que nadie las conozca.

Ser débil (pecador) es parte de nuestra naturaleza humana. No estamos diciendo que pecar es permitido o aprobado pero va llegar aunque no queramos. La biblia dice que la carne es débil, Pablo decía que las cosas que no debería de hacer o pensar eran la que llegaba a él. Pero es normal que el espíritu se aflija cuando no estas haciendo todo bien. Un simple pensamiento puede provocar en usted un sentimiento de tristeza o aflicción que no te permita funcionar bien. Pero el versículo de Santiago 5:15-16 nos muestra que la oración del justo es poderosa (puede sanar enfermos) y que lo único que tenemos que hacer es confesar (reconocer) nuestras condiciones para no limitar el poder que hay en nosotros.

Por lo tanto hoy procure no desesperarse ante tu condición actual, confía en el poder de Dios tanto para perdonarte como para usarte en la vida de los que te rodean. Deja de limitar lo que Dios puede hacer en ti. Procura estar bien delante de Dios y los demás; porque cuando nos humillamos delante de Dios no podemos mantener altivez con los que nos rodean.